Cuando una compañía se pone manos a la obra en lo que a marketing se refiere, o lo hacen de la mano de un buen responsable o agencia o bien comienzan con muchas dudas. Obviamente, la mejor alternativa es tener claro cuáles son los resultados a los que queremos llegar, en qué tipo de mercado se mueve y saber en qué manos dejará la estrategia.
Parece obvio, pero no todo el mundo tiene claro que no es lo mismo promocionar un producto que se vende que promocionar un servicio, algo mucho más intangible para el público objetivo; no es lo mismo buscar a corto plazo un impacto, que mantenerlo en el tiempo; existe diferencia entre entrar en un mercado saturado, o crear un mercado casi a la medida.
En el caso del marketing operativo, a través de la persona que se encargue de gestionar todo el plan de acción, se busca hacerse hueco en un mercado ya existente. No es sencillo, porque la oferta cada día es mayor y más global. No se compite sólo con las empresas ubicadas en un radio de acción pequeño, sino con empresas que pueden encontrarse a miles de kilómetros y que el escaparate que es internet las hace accesibles desde cualquier lugar del mundo.
Todo pasa por crear una estrategia que sea capaz de crear el hueco para que nuestro producto tenga cabida, mucho más allá de las famosas 4 P de cualquier programa o plan de marketing (producto, punto de venta, precio y promoción). Lo que se tiene que buscar es la cuota de mercado en la que nuestro producto se diferencie, en el que el presupuesto de marketing pueda crear un verdadero impacto en el consumidor, haga ruido y, por tanto, eso repercuta en un beneficio económico final para la compañía.
Es en este campo donde entran a funcionar las campañas de publicidad creativas y que tanto suelen dar que hablar. No nos olvidemos que este tipo de formato es el brazo comercial de la propia empresa, con lo que resumiendo, marketing operacional es un tipo de marketing comercial.
Por otro lado tenemos que hablar del marketing estratégico, quizás mucho menos visible que la anterior opción porque se basa en analizar las verdaderas necesidades de un mercado que ya existe y que es de referencia.
Abordar desde el mejor punto de vista la carencia de ese mercado para encontrar el hueco en el que posicionar la compañía es la clave del éxito, pero no sólo eso.
Quizás una de las principales diferencias radica en su ciclo de vida, que no es tan largo como en el caso del marketing operativo. La estrategia de desarrollo a plantear es muy diferente.
En este caso podríamos basarla en la creación de un producto que cubra esa necesidad extraída del propio nicho de mercado desatendido. De esta manera, teniendo claro cuál es el objetivo, se podría plantear que la demanda real se traducirá en ventas, que de esa manera se podrían reducir costes y que a la larga redunda en las cuentas de resultados.
Del amplio estudio de la competitividad surgió a raíz de este tipo de marketing el llamado marketing de guerra, que se basa en hacer que la competencia fracase. “Hacer ruido a cualquier precio” quizás esa sería la mejor expresión para definirlo. (No confundir con el marketing de guerrilla basado en acciones low cost)
Aunque esto no debe llevar a equívoco, tanto operacional como estratégico no son excluyentes, es más, deben ir de la mano para que de verdad funcionen. El uno, sin el otro, pocos resultados darán.