Desde hace unas semanas se viene oyendo de nuevo hablar de la facilidad o no de borrar el rastro en la red de una persona que ha fallecido.
Lo cierto es que, de no ser por conocer las contraseñas, hasta hace no mucho, poco se podía hacer para que la familia que decidiera dar de baja la huella digital pudiera hacerlo.
En el caso de Facebook, después de que una mujer americana denunciara al gigante de las redes sociales por no retirar el perfil de su hermano fallecido en 2009, se ha creado una página a la que pueden acudir los familiares en caso de defunción para solicitar que sus perfiles, en honor a la privacidad, puedan ser borrados.
En el caso de Twitter, además de facilitar también este trámite, tiene el detalle de facilitar todos los tweets descargados a la familia para que puedan tener una copia y recuerdo de cuáles fueron los pensamientos, experiencias o acontecimientos que decidió compartir con los internautas. Algo parecido pasa en el caso de Tuenti y, poco a poco, en todas las redes sociales.
Lo cierto es que cuando ocurren estas tragedias, es complicado decidirse por borrar o no el rastro de la persona en cuestión.
¿Es lo que habría querido, hubiera preferido quedar ahí como forma de homenaje? Parece que empieza a ser necesario plantearse dar un paso más no sólo en las redes sociales sino en cualquier tipo de foro, blog o web donde se publica.
Puede que, debido al gran tiempo que se pasa hoy publicando en cualquier espacio online, sea necesario tener claro que podría suceder en caso de fallecimiento y que se permitiera hacer un tipo de testamento digital en el que fuera posible incluso dejar en herencia un espacio para que otro continuara publicando (podríamos hablar de blogs que generan incluso ingresos), que dejaran tal cual queden las cosas como forma de memoria o, que se facilitaran los trámites necesarios para hacer que se pudiera borrar cualquier huella digital ya que, para el titular, no tendría sentido seguir formando parte de ese nuevo tipo de memoria colectiva.
Sea como fuere, los espacios no dejan de ser pequeñas parcelas de propiedad online y quizás, viendo el actual desarrollo de las redes y de la vida online, se hace patente la necesidad de que, igual que en vida, cada uno sea capaz de gestionar su identidad virtual o digital, su legado, sus publicaciones o imágenes y su propia hemeroteca.
Correos, imágenes, datos, artículos…hoy en día es tanta la herencia digital, que igual que se define nuestra identidad y propiedades fuera de la pantalla, cabría plantearse la verdadera necesidad de que cada cual, de forma individual, decidiera qué deberían hacer con su identidad virtual y quién debería hacerlo.
¿Estaremos ante un nuevo reto que abordar? ¿Quién dará el primer paso?