Cuando Milton Glaser puso en marcha su idea para conseguir un símbolo de Nueva York, poco se imaginaba que sería un visionario. Algo sencillo, muy parecido a un jeroglífico, que simbolizaba el amor por una ciudad, por un concepto minimalista. Sí, se podía sentir amor por un concepto de ciudad y expresarlo sin más, con el corazón.
El símbolo I (love) NY traspasó fronteras y hoy es uno de los emblemas quizás más reconocibles del planeta, imitado allá donde vayas, aunque todos sabemos cuál fue el original. Entre branding anda el juego y NY, Londres o París son ciudades aventajadas en este sentido.
Es más, no son pocas las compañías que han querido unir ese concepto con su marca. Es el caso también de la aerolínea Jet Blue, que encargó al estudio de Glaser una campaña en la que su marca acabó fundida con ese icono. ¿Por qué? Porque es la aerolínea de la ciudad, o así la define la propia campaña.
Éxito asegurado. Y es que hay iconos que, aunque al principio surgieron de forma casual, se han convertido en valor por sí mismos.
Buena cuenta de ello se dieron las propias marcas con sus logotipos. Hoy en día, es quizá una de las partes más valiosas de su imagen completa, y hablamos en términos económicos, no de intangibles.
Aunque nos parezca sorprendente, los logos no son algo tan moderno. Se puede discutir, si se quiere, incluso que los primeros logos de la historia fueron los emblemas en las banderas, señas, heráldicas y demás identificadores de símbolos.
Celtas, medievales, árabes o incluso algunas de las ilustraciones prehistóricas podrían considerarse los orígenes de los logos que hoy conocemos y valen millones.
Sólo hay que echar un vistazo a la historia para comprobar que cumple todos sus requisitos: identificador, único, que llevaba implícito una serie de valores, promesas y comportamientos, que en muchos casos ofrece también la idea de identidad y de reputación. Sólo hay que mirar los clanes, con ver la figura de sus estandartes, se sabía quién era quién.
Lo dicho, a veces complicamos mucho a través de diseños irreconocibles la marca. Está claro que, casi siempre, es un error. El mejor ejemplo es Glaser, con cuatro caracteres y dos colores, revolucionó la imagen de una ciudad como Nueva York.
Una marca, en la mayoría de los casos, cuanto más simple y reconocible mejor. De hecho, aunque el símbolo neoyorquino tenga años, fue visionario hasta la extenuación. De hecho, es de los mensajes más acortados de la historia. Hasta podría ser parte de un whatsapp.