Caras alegres y tristes, besos, ojos con forma de corazón, sonrisas y guiños: los chats y las redes sociales están repletos de emojis.
Los pequeños pictogramas y símbolos se han convertido en el lenguaje global en la era de Internet y los teléfonos inteligentes. Casi todo el mundo utiliza emojis en sus conversaciones, tanto niños como adultos.
Y hasta se ha instaurado el 17 de julio como el «Día Mundial del Emoji», que se celebra desde el año 2014 y se remonta al australiano Jeremy Burges. La elección de que se festejara este día tiene que ver con la fecha que está marcada en el emoji del calendario que se utiliza en muchas aplicaciones.
Según una encuesta representativa encargada por la asociación digital Bitkom, en Alemania, por ejemplo, el 79 por ciento de las personas adorna los saludos y mensajes con emojis.
El muestreo revela que los pictogramas son populares en todos los grupos etarios. El 88 por ciento de los jóvenes de entre 16 y 29 años expresa emociones a través de emojis, el 87 por ciento entre el grupo etario de 30 a 49 años, el 80 por ciento entre los de 50 a 64 años y el 59 por ciento de las personas mayores de 65 años.
Un nuevo estudio de la Universidad Martin Luther de Halle-Wittenberg (MLU), en el este de Alemania, ha demostrado recientemente que los jóvenes saben muy bien qué emoji es apropiado en qué situación y que muchos pictogramas suelen ser superfluos, pero que se utilizan principalmente para ayudar a entender un mensaje.
«Si bien a menudo se comprueba que los jóvenes sí saben escribir correctamente, en la comunicación digital se aplican otras normas que permiten una comunicación más personal y adecuada al destinatario», afirma el lingüista Florian Busch, que ha llevado adelante el estudio.
Pero por muy divertidos que sean los símbolos, desde el de la aguja hasta el del zapato, y por mucho que contribuyan a la comprensión o incluso solo refuercen lo que se escribe, también pueden utilizarse de forma engañosa o incluso maliciosa. Por ejemplo, en el caso de comentarios racistas con caras de mono o smileys y expresiones faciales deliberadamente ridículas cuando se trata de temas serios.
Incluso en su uso habitual, los emojis pueden generar fuertes divisiones y malentendidos. Según la encuesta, el 50 por ciento de las personas suele responder a los mensajes solo con emojis, mientras que a la otra mitad le molesta que otros respondan únicamente con imágenes.
Aunque «emoji», al igual que «emoticón» (término que designa la combinación de letras, signos de puntuación y caracteres especiales que componen las caras), contiene el prefijo «emo», la palabra originaria de Japón no tiene nada que ver con emoción y sentimiento. Traducido del japonés, emoji se compone de las palabras «e» (imagen), «mon» (expresión) y «ji» (letra).
Según los diccionarios, «emoji» es un «pictograma originario de Japón, similar a un emoticón, que hace referencia a estados emocionales, objetos, lugares, animales, alimentos o similares (en mensajes electrónicos)».
La base de los signos se remonta al diseñador gráfico Shigetaka Kurita, que diseñó 176 pictogramas para un proveedor de telefonía móvil japonés a finales de los años 90.
La expansión mundial de los emojis comenzó en 2010, cuando el Consorcio Unicode, un grupo de trabajo que se encarga de la representación digital uniforme de los sistemas de escritura, integró los pictogramas de varios proveedores en un solo estándar.
Desde entonces, todo el mundo puede estar seguro de que la cara del payaso o el pulgar hacia arriba llegará realmente a la otra persona. El catálogo actual de emojis comprende casi 3.000 símbolos.
Los críticos sostienen que el uso de emojis atrofia la capacidad humana de describir adecuadamente las emociones. Por su parte, el lingüista Anatol Stefanovich cree que detrás de los coloridos dibujitos se esconde una guerra cultural.
Stevanovich escribió en el diario alemán «Frankfurter Allgemeine Zeitung» que los símbolos, inicialmente supuestamente neutrales, se han convertido en una lucha por la «identidad y la visibilidad». Tal es el caso del incremento de emojis femeninos, la mayor variedad de colores de piel o el emoji «mujer con hijab».
Según el lingüista, en los últimos años el smiley alegre (la cara sonriente con ojos sonrientes) o el smiley que llora de risa (cara con lágrimas de alegría) se ha convertido en algo político y pérfido.
En Facebook, por ejemplo, algunos suelen comentar las publicaciones sobre temas serios con caras que ríen. Con ello se pretende desvalorizar y ridiculizar a los refugiados muertos en el Mediterráneo, los efectos del cambio climático, las medidas contra el coronavirus o determinadas personas.
Para aquellos que están seriamente preocupados por estos temas o por las personas, la ridiculización les genera una fuerte sensación de impotencia. Se trata de una contradicción hasta ahora no resuelta en la era de Internet: símbolos de buen humor que generan mal humor.
Fuente: dpa