En honor a la verdad, diré que fue mi padre el que me indujo a escribir esto: «Si no estás en Google, no eres nadie». Y es que, desde su licenciada clase media envuelta a diario en un mono azul cobalto, no le falta razón. Sin ánimo de querer entrar ni caer en manidos tópicos y clichés, es cierto que internet se ha convertido para todas las esferas sociales, en el punto de encuentro y la referencia para todos. Lejos queda aquello de: «María, ¿Dónde están las páginas amarillas?» Ahora, en el siglo XXI, donde aún no vuelan los coches y todavía se necesitan fontaneros, un motor de búsqueda de interface extremadamente sencilla, hace las veces de puerta a ese otro mundo intangible llamado internet y lo conecta con la vida real.