Vivimos años extraños. Este es un tiempo en el que parece que donde los pequeños empresarios sólo nos preocupamos de pagar las nóminas de este mes y de pasar los pagos de los proveedores al mes siguiente. Un tiempo donde el corto plazo es el rey, y donde el mañana parece que no existe. Este sentimiento se traslada a todas nuestras acciones. Esperamos que los clientes se decidan a comprar nuestros productos en dos días y que podemos alargar en el tiempo las propuestas de nuestros proveedores.
Al final, todas nuestras acciones se forjan en el corto plazo, y nos olvidamos de las estrategias a largo. Ya no nos preocupamos de si una acción es compatible con nuestra estrategia global, solo si esta acción genera clientes rentables y beneficios, sin mirar la foto completa, sin mirar los resultados a largo plazo, sin tener cuenta de si una acción apoya a la otra y si está en coherencia con la estrategia de nuestra compañía.