Si hay un sector en el que se está apostando por el llamado Internet de las Cosas (IoT) con una claridad meridiana, ese es sin duda, el de la automoción. Los principales fabricantes han emprendido una vertiginosa carrera por incorporar las posibilidades que la conectividad otorga a los coches y no dejar en manos de los recién llegados (léase Tesla o Apple) el desarrollo de unas tecnologías que prometen revolucionar la manera en la que los conductores interactuamos con el coche y la carretera.