Ahora que los Juegos Olímpicos Londres 2012 han llegado a su fin es la hora, como suele decirse, de hacer balance. No es mi objetivo hacer una valoración de las ceremonias de inauguración y clausura, de la calidad de la retransmisión televisiva o de la seguridad del recinto olímpico. Más bien, me gustaría centrarme en un factor de gran importancia en eventos tan significativos y con tanta repercusión mundial: la imagen que proyectan y la reputación que se acaba consolidando en el imaginario colectivo.
En la actualidad seguimos siendo relativamente pocos quienes nos fijamos en aspectos como el medio ambiente, los derechos humanos o la justicia social en relación con eventos de grandes dimensiones como los Juegos. Pero, sin duda, es una tendencia en auge, que puede acabar teniendo consecuencias negativas para la imagen del evento insignia del deporte.