A mediados de los años noventa es cuando podemos situar el despegue de lo que hemos acabando conociendo como ecommerce y, yendo un paso más allá, incluyendo también el concepto de e-business.
Era en ese momento cuando se comenzaron a ofrecer la posibilidad de las primeras compras online. Hablamos, por ejemplo, de un año como 1997, cuando las ventas online suponían aproximadamente 9 millones de dólares y trataban de abrir las puertas a un mercado cuya competencia directa era la venta por catálogo, que facturaba por esas fechas más de 70.000 millones de dólares.
Parece que de esto hace un siglo, pero no es así. Hablar de e-business hoy es algo corriente, algo que mueve mucho más dinero del que nadie pudo imaginar en la década de los 90, algo que aún no ha tocado techo y que cada vez más quita mercado a otros estilo de venta a los que estábamos más acostumbrados y que las generaciones más ancianas siguen viendo como algo irreal.
Pero, ¿se han solucionado los problemas que ya se mostraban entonces? Obviamente, hoy en día muchos de ellos se han convertido en meras anécdotas. El pago fue el primero de los obstáculos para los que se lanzaban a vender en Internet, pero hoy en día hay muchas opciones de pago seguro que tranquilizan tanto al comprador como al vendedor. Además, poner en marcha una tienda online (en términos de infraestructura, no producto), puede llevar tan sólo días, algo que hace que sean cada vez más los emprendedores que ponen en este escaparate sus productos esperando que tengan demanda.
Sin embargo, hay un problema que aún hoy, pese a todo el desarrollo que ha venido habiendo en este sentido, sigue latente. Un index de productos.
Cualquier comprador que demande algo, utiliza cualquiera de los buscadores online disponibles para poner ciertas palabras que se adecuen a la búsqueda que quiere hacer. Al no existir ya las fronteras a la hora de comprar, puede también utilizar los términos en otros idiomas. ¿Qué sucede en estos casos? Que el hecho de que no exista un protocolo real que indexe con un criterio único cada producto que aparece en la gran pantalla, hace que el consumidor se encuentre ante un número infinito de posibilidades.
Es cierto que cada vez se ha trabajado más en posicionamiento, con el uso de herramientas y programas que ayuden a ser más visible. Pero seamos sinceros, hablar de Internet es hacerlo de un catálogo que no tiene fin y que, dependiendo de las palabras que se incluyan en el propio buscador, muchas de las tiendas se quedarán fuera. No es de extrañar que cada vez haya más empresas que han visto frustrado su intento.
Y es que la tendencia está cada vez más clara: servicio. Serán las empresas de servicios las que prevalezcan, las que sigan día a día cosechando éxito y, un paso más allá, dentro de los servicios, las que pongan especial atención en el cliente.
En e-business es imposible abarcar a todo el público, no existe un target general, sino que hay que buscar el nicho donde mejor se pueda mover el servicio y centrarse en aportar un valor único a nuestro producto. El cliente manda. El cliente busca. El cliente compra.